
Francesca Del Ponce era una sanadora, una mujer que irradiaba bondad tan poderosamente como el sol daba luz. Pero seguramente su obsesión por ella lo transformaría como se había transformado su hermano gemelo, quien dejó el mundo con dos monstruos en lugar de uno.
Aunque él sabía que ella era como seda caliente en sus brazos y que su sabor sería adictivo, temía para su vida y su alma si la tomaba. Entonces, con un demoledor voto de su mente ella se entregó: "Yo te ofrezco mi vida libremente y sin reservas, como es mi derecho"... Y con una tormenta de fuego de sentimientos largamente olvidados, él vislumbró la salvación.
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